Monday, October 04, 2010

ÍTACA


"Lo humano me satisface, pues allí encuentro todo, hasta lo eterno"... Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar

Fueron pocos los pasos necesarios, muy pocos. Poca la velocidad de estos y sólo necesaria la intención. Más de las dos de la tarde, nadie en casa, apenas unos cuantos minutos de distracción y las puertas de una vida nueva se abrieron para él.

Pensó en el maravilloso color azul y lo brillante que luciría aquel viejo coche bajo un día soleado. Imaginó que sería cuestión de días para que finalmente pudiera tomar las llaves y salir, dando el brazo a Josefina y cargando a Augusto con el otro. Todos les verían, todos desearían ser ellos. El carro azul de ensueño comenzaba a rodar por las calles de una ciudad con visos de progreso y prosperidad.

Imaginó a Augusto cantando canciones y resucitando preguntas. Soltándolas al vuelo. Se imaginó a si mismo atrapando las respuestas en el aire y mezclándolas con las palabras más sencillas, no para que el niño entendiera, sino para que él no se perdiera entre ellas. Vió entonces a Josefina tocándose el cabello mientras le sonreía dulcemente.

La sonrisa que soltó fue el gozne que cerró para siempre la reja de las lamentaciones ajenas, desatando la tormenta de la eterna incertidumbre para todos los que en algún momento no entendieron que la vida dura apenas unos instantes.

Se levantó de la silla que lo vio derretirse desde hace varios años. Atrás dejó las píldoras y los reproches que supuestamente lo conectaban a esto que llamamos 'mundo real', para salir a buscar 'mar enlatado' y con él pintar ese carro que siempre quiso manejar. Ese que lo acompañó durante todo este tiempo en el que un adulto Augusto lo despidió como padre, asignándole un lugar en el resquicio al que algunos llaman 'consideración de un hijo responsable'. Se fue dando los pasos necesarios para preparar el paseo soñado para él y Josefina, su Josefina, cuya partida mortal no recuerda por eso a lo que otros llaman 'enfermedad' y que sin embargo fue motivo de esta nueva aventura.

Nadie le vio salir porque aquellos que caminan entre sueños son invisibles a los ojos de los seres terrenales. Nadie le vio irse y seguro nadie le verá regresar. Él, mientras tanto, seguirá persiguiendo el sueño de un paseo familiar, paseando desde ya, para siempre y sólo para él, disfrutando las andanzas de ese viaje a la locura que sólo podemos realizar cuando nos olvidamos del pasado. Sea el olvido diagnóstico o una dulce decisión... Se tengan veinte, cien o mil años...

Ulises en hombre e Ítaca en corazón...

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Descansa paciente en alguna calle de esta gris ciudad un carro que desata sueños...

4 comments:

Ari said...

"Nadie le vio salir porque aquellos que caminan entre sueños son invisibles a los ojos de los seres terrenales" cuánta verdad hay en eso. Me encantó, es todo lo que puede decir, me imaginé a Josefina, a Augusto y al él en ese coche. Wow... gracias

Dídac Muciño said...

Es dolorros oxidarse esperando sueños, frenado y sucio corriendo entre las puerts el tiempo y nada mas!.

saludoos! :)

Muegano. said...

Esperar, esperar, y el tiempo corre, es un verdugo que no existe y si...qué miedo!:P

yguana rosa said...

Los barcos fantasmas existen sólo sobre el viento de los sueños.

Él se echó a navegar, yo a reír.

La vida existe antes de la muerte.

(Cosas que se leen por ahí...por allá...)