"No es una calle, porque faltan casas y gente, es una soledad..."
Harry Wilbourne en 'The Wild Palms'
William Faulkner
Entra y sale el aire sin otro rastro que el segundo vivido,
Aquí hay libros, fotos, pretextos enmarcados y medallas de aguanieve,
Se cuentan a miles los centímetros...
Yacen también aquí pétalos de rosas perfectas junto a broncíneos mechones de cabello de amor...
El agua es tibia y el té suave,
Sube su aroma hasta nuestra cabeza; nos enamora,
Comemos turrones-hombre y besamos efigies puras, blancas,
Nada mejor que estar aquí, juntos, con las arcas llenas,
Nada mejor que lo sabido, nada mejor que las acertadas predicciones...
Mecen las manos. Arrullan pequeños pesares que cuidamos con píldoras y terapias...
************************************
La vida es magnífica aquí, en nuestro pequeño palacio
Sabe todo a paz untada sobre pan...
************************************
Afuera pelean los truenos y el aire
Ladran los perros, mueren las aves,
Vendavales van y vienen, nos llevan con y entre ellos,
La helada lluvia deja sobre el suelo insultos reflejantes para el cielo,
Nadie sabe cuándo empezó,
Se llagan las plantas y los talones que nunca serán totalmente nuestros,
Mana la sangre
No hay trofeos de piel ni pavimentos ni balsas
Se platican los cuentos tras haberlos vivido
Todo aquí es torva tempestad...
********************************
Desde adentro, la carne tibia teme cuestionarse,
Le aterra pensar sobre el amor de las hierbas
Desde afuera, los pies curtidos sufren sus anhelos,
Nadie voltea, nadie regresa...
********************************
Muere la tarde eterna,
Se hace sombra el hombre,
Se hace tierra el mar...
...hasta querer....
********************************
Se regalan tic-tacs
Se regalan para siempre...
Monday, October 26, 2009
Tuesday, October 13, 2009
BALDOSAS
Por eso
busco
nombres
entre la hierba
Cómo te llamas?
le pregunto a una corola
que de pronto
pegada al suelo entre las piedras pobres
ardió como un relámpago...
P. Neruda
(Fragmento de 'Oda a la Sencillez')
Cae sobre la ciudad una pesada bruma gris y tibia, como aliento de un lánguido dios que fue olvidado hace tiempo. Nadie la percibe en un principio, pues es su aroma dulzón un placebo que susurra en los oídos de los desesperados y los tristes que "ha finalizado el día".
Ruedan por sus frentes las perlas condensadas del cansancio, brillan como miel sobre las pieles. Son todos imágenes perfectas de causas que ni ellos entienden.
Se escapan los cansados suspiros por las bocas entreabiertas. Se ha ido el sol. Han pisado los restos de su luz sobre las baldosas de esta metrópolis del prágmata.
Algunos corren, otros; espantados por haber finalizado sus idilios con las cuentas y los plazos, se quedan absortos frente a las pantallas que les muestran los saldos parciales de sus días.
Están todos ellos anclados a palabras que cercenan las ideas y las briznas que antes cubrieron los pastizales de sus alegrías. Son amantes masoquistas del reloj y el calendario.
Camuflados con sonrisas cronometradas y poses enmarcadas en plata y humo, se han vuelto prófugos del goce sencillo, prístino y fresco que contiene una simplona carcajada o una pregunta ingenua.
Han dejado todos de creerse sus respuestas a pesar de llevarlas marcadas en los labios y esparcirlas con sus lenguas en besos turbios que son en realidad firmas de pactos y sellos de transacciones más monetarias que de azar o fe.
Calculan, asientan.
Restan para sumar.
Toman dejando y dejan de tomar.
Se compran unos a otros. Son monedas. Son razas.
Son papeles apostillados por efigies construidas sobre pretextos.
Temen a la vacuidad de un trago de agua. Prefieren las burbujas en cristal a la eternidad de un mar. Caminan tras los muertos. Aman la sangre. Crían cánceres y lamentos. Tosen triunfos.
Yacen todos ellos sobre las camas blancas de sus vacíos existencialistas. Danzan para ellos mismos los pasos finales de la orgía del adiós. Es de noche y todos, en sus cubiles, se despiden de sí mismos. Mueren.
Reviven de mañana en horario de oficina.
*****************************************************************
Crean día con día nuevos dioses, nuevos falos, nuevos edificios.
busco
nombres
entre la hierba
Cómo te llamas?
le pregunto a una corola
que de pronto
pegada al suelo entre las piedras pobres
ardió como un relámpago...
P. Neruda
(Fragmento de 'Oda a la Sencillez')
Cae sobre la ciudad una pesada bruma gris y tibia, como aliento de un lánguido dios que fue olvidado hace tiempo. Nadie la percibe en un principio, pues es su aroma dulzón un placebo que susurra en los oídos de los desesperados y los tristes que "ha finalizado el día".
Ruedan por sus frentes las perlas condensadas del cansancio, brillan como miel sobre las pieles. Son todos imágenes perfectas de causas que ni ellos entienden.
Se escapan los cansados suspiros por las bocas entreabiertas. Se ha ido el sol. Han pisado los restos de su luz sobre las baldosas de esta metrópolis del prágmata.
Algunos corren, otros; espantados por haber finalizado sus idilios con las cuentas y los plazos, se quedan absortos frente a las pantallas que les muestran los saldos parciales de sus días.
Están todos ellos anclados a palabras que cercenan las ideas y las briznas que antes cubrieron los pastizales de sus alegrías. Son amantes masoquistas del reloj y el calendario.
Camuflados con sonrisas cronometradas y poses enmarcadas en plata y humo, se han vuelto prófugos del goce sencillo, prístino y fresco que contiene una simplona carcajada o una pregunta ingenua.
Han dejado todos de creerse sus respuestas a pesar de llevarlas marcadas en los labios y esparcirlas con sus lenguas en besos turbios que son en realidad firmas de pactos y sellos de transacciones más monetarias que de azar o fe.
Calculan, asientan.
Restan para sumar.
Toman dejando y dejan de tomar.
Se compran unos a otros. Son monedas. Son razas.
Son papeles apostillados por efigies construidas sobre pretextos.
Temen a la vacuidad de un trago de agua. Prefieren las burbujas en cristal a la eternidad de un mar. Caminan tras los muertos. Aman la sangre. Crían cánceres y lamentos. Tosen triunfos.
Yacen todos ellos sobre las camas blancas de sus vacíos existencialistas. Danzan para ellos mismos los pasos finales de la orgía del adiós. Es de noche y todos, en sus cubiles, se despiden de sí mismos. Mueren.
Reviven de mañana en horario de oficina.
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Crean día con día nuevos dioses, nuevos falos, nuevos edificios.
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