Son como polvo en los ojos. De ese que hace que te ardan y comiencen a salir las lágrimas.
En eso creo que se convierten todos los murmullos y suspiros de la gente que vive en la ciudad.
Sí. De todas las veces en que te dan ganas de no llegar a trabajar y suspiras. Y cuando volteas por el retrovisor del auto y ves que vas alejandote de tu casa y quisieras quedarte a dormir más tiempo, todo el día pero sin tener que correr después como loco porque tienes mucho que hacer.
De cuando tienes que esperar para que te den una mesa y también cuando caminas y caminas para no encontrar un lugar donde tomar un café. Por el pastel congelado que terminas comiendo cuando esperabas uno de verdad delicioso. Yo no suspiro al menos eso creo.
Pero a veces el aire me llena los ojos de ese polvo raro, y los tengo rojos todo un día. A veces ese polvo se me mete hasta adentro y me saca las lágrimas y aunque nunca de los nuncas puede secarme los ojos, me da miedo que algún día lo haga.
Y que no me de cuenta sino hasta que se caiga uno.
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