Vivamos...
Veo cómo truenan uno a uno los cristales, es como si el aliento de un enojado dios de aire escupiera hacia afuera del edificio. El estruendo ensordece y alcanzo a notar el pedazo de arena convertida en vidrio que viene directo hacia mí y que será sin duda el culpable de que ruede mi cabeza por los suelos de esta transitada avenida. Los rostros atormentados, los gritos que ya oigo y aún no salen de las gargantas de los otros colorean el ambiente de un rojo intenso, como de cerezas maduras, como de fuego devorando maderas negras, como de noche, como de día muriendo.
Algo ha explotado. Lo sé, alcanzo a ver cómo se esparce por el aire la mortal lengua, siento como avanza por cada milímetro de piel, como que comienza a evaporar, como deshace mi ropa, como me avienta, me violenta, me destroza.
Me veo de niño tomando tu mano madre. Te veo sentada iluminada con la luz clara de una tarde eterna, cargas a mi hermana y mi hermano te observa. Te veo sonriendo, eres la mujer más hermosa del mundo.
Me veo corriendo fúrico a la primera base. Te veo enojado, estoy sudando, sonríes cuando conecto una carrera y luego estás cargándome sobre el agua de una infinita alberca, luego feliz porque te gané una partida de ajedrez y desconcertado porque no entiendo de números. Sé que eres el hombre más inteligente del mundo papá, el más fuerte.
Veo que todos corren despavoridos, hay que esconderse. Que nadie te encuentre, que nadie te escuche, esa es hoy la misión más importante del mundo. Hay que ser el último en ser hallado. Escondámonos, seamos siempre niños. Permanezcamos siempre juntos.
Siento una boca húmeda recorriendo mis labios, veo piernas, brazos, un mar de piel en el que navego. Lloro lágrimas y perlas de sudor me cubren. Somos todos turgentes, somos todos suaves, olemos a una ambrosía desconocida y perturbadora, palpitamos mientras nos vemos...
Veo cómo caigo en el abismo que dejaron las partidas. Te veo sentada en tu cuarto abuela. Me veo jugando contigo de niños, Magda, cuando me decías "hermanito". Te veo tomando mi dedo con tu manita de apenas seis meses, mi Santiago. Y de ti, escucho las palabras que fueron tu despedida a través del cable de un teléfono, prometiendo regresar sin saber que nunca lograríamos vernos de nuevo... no aquí.
Los veo a todos y cada uno de ustedes entrando en mi corazón. Mi familia elegida. Tan míos... ahí, siempre haciéndome ver más y más...
Me veo enamorado, me veo llorando. Me veo encontrándote, con tus ojos como soles de un mundo por ver, por conocer. Caminando juntos, riendo de los cardos y las enredaderas, de los ladridos y el ulular del miedo. Trazando, bocetando ilusiones, cambiando de plan... Veo tu mano tomando la mía una noche tibia en la que soy quien cae dormido primero. Me veo despertando antes para verte dormir, oliendo tus sueños, reconociendo tu llegada, sospechando tu partida y decidiendo confiar en que somos más que dos.
Entiendo entonces que es cierto eso que dicen, entiendo ahora que voy a morir. Ese cristal cortará mi cuello: muerte disfrazada de un instante. He pagado por ella, por estar aquí, en este momento. He trabajado para vivir este error, para hacer de este accidente causa. Soy el jugador que puso las piezas en este lugar. No existen las despedidas, no existen porque no existe el tiempo. Me preparo para el final. Cierro los ojos, quiero sentir cómo se corta la piel, como emana la sangre, como escurren todos mis años y todos mis momentos... cierro los ojos...
Todo es oscuro.
Escucho.
Respiro.
Abro los ojos.
Estoy, sé que estoy.
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Tengo un nanosegundo más de esto que llamo vida. Uno más.
3 comments:
Un nanosegundo eterno.. Maravillosa narración!!!!
!Me sorprende, me da miedo, me irrita, me desconcierta!
Escribes palabras con vida que tú les das
Una fotografía, una sola donde cabe todo, un instante, no es tiempo, es sólo un instante congelado. En la siguiente foto ya no estará...
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