Al pan yo no le pido que me enseñe
sino que no me falte
durante cada día de la vida.
Yo no sé nada de la luz, de dónde
viene ni dónde va,
yo sólo quiero que la luz alumbre,
yo no pido a la noche
explicaciones,
yo la espero y me envuelve,
y así tú, pan y luz
y sombra eres.
Pablo Neruda
Comenzó todo con un ligero palpitar. Tibio resonar de agua que recorrió el cuerpo de un río dividido en mil estuarios repartidos por el mapa que cubre todo eso que se llama cuerpo. Uno a uno los poros sucumbieron al cambio repentino: "aumentando la marea, aumenta la vida" se dijeron unos a otros los vellos.
Protestaron las mejillas y fueron los labios los primeros en sucumbir al encanto de tan inesperado delirio líquido. Se entregaron a él, se dejaron ir con la promesa de un regreso dulce como savia de abedul. Una ligera mordida confirmó la entrega total de una boca ansiosa. La ternura había arribado disfrazada de pasión.
Dolieron los brazos y las piernas. El espectro de lo inesperado los descubrió paseando por el limbo de la comodidad. Tras entender que nada sería igual, se convirtieron en las ramas y raíces de un nuevo árbol de amor. Poblarán para siempre este bosque de lo suyo, de lo que es únicamente suyo.
Una tormenta de respiros despertó a las entrañas. A tal ventisca pulmonar siguió un diapasónico canto óseo-muscular. Todos se hicieron uno de nuevo, como en el principio, justo como en el segundo que siguió al designio divino que desata la vida.
Crecieron los ojos absorbiendo para sí todos los colores vistos y los invisibles. Los que saben a algo y los que tienen olor. Se quedaron con ellos para pintar la última de las imágenes en la mente de su dueño.
El grito adágico que avisó tal cambio retumbó en los oídos de los seres que le rodeaban entonces. Ahí, sentado sobre la silla, el hombre se despedía de este mundo para comenzar uno nuevo. Tras todo el dolor, explotó su corazón encendiendo la constelación a la que hoy llama sueño.
Para unos fue un sol dorado, para otros marino azul o verde turquesa. Otros vieron sólo una sonrisa y muchos otros cerraron los ojos tras sospechar eso a lo que llaman sufrimiento. Algunos le llamaron infarto. Algunos otros renacer.
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Merci mes amours...
Tuesday, August 24, 2010
Monday, August 09, 2010
PÓSTUMO
Somos todo el tiempo
Toco suavemente la piel de tu cuello y siento la rigidez conquistando tus restos. Hace calor y por el olor percibo que hasta hace unos momentos estuviste fumando. Brilla tu rostro, estabas cansado, puedo verlo en tus ojos. Te huelo y por alguna extraña razón sé que ya no es tu corazón quien palpita y que eventualmente esta escena tendrá que terminar.
Alguien vendrá por ti, adornará la imagen con un poderoso grito que carcomerá su mente por los días que le quedan y luego maquillará el recuerdo con imaginerías doradas, cánticos gulosos y excesos de ensueño. Serás adorado entonces, más que nunca y darás razón y locura a quien sea que te haya encontrado y a quien sea que ose recordarte.
Te llorarán, muchos hablarán de lo que fuiste y de lo que habrías sido. Compartirán tazas de té y cucharadas de azúcar alrededor de un caja que te contendrá finalmente. Una caja en la que cabrá toda tu tangibilidad, los pasos de toda tu odisea. Algunos reirán de ti, sabrán que finalmente te llegó el momento de aprender todo eso que rechazaste, de tragártelo y ahogarte con ello. "Anudaste tu propia garganta" pensarán varios. Otros más se aliviarán: te has ido dejando más aire para todos, resolviendo enigmas sin quererlo pues ya no estás para representarlos. Buscarán entonces más culpables y también, para alegría de los tuyos, más mártires. La última de tus actuaciones en este gran teatro de lo putrefacto será todo un éxito: "Muerte a la carne y fin a la mente".
Serás de todo ejemplo, serás malo y serás bueno. Turgente pedazo de ser, dado cargado, alfil negro, haz de luz que suena, sabor de sal que seca, voz cortada, maldición, designio, burla y sobre todo, recuento efímero de palabrerías con dulzón sabor. Serás como la ceniza que hasta hace poco generaste. Te habrás caído finalmente.
Huele aún a cigarro en la habitación. Es momento de dormir y de abrazarte por última vez. Es momento de decir adiós.
Toco suavemente la piel de tu cuello y siento la rigidez conquistando tus restos. Hace calor y por el olor percibo que hasta hace unos momentos estuviste fumando. Brilla tu rostro, estabas cansado, puedo verlo en tus ojos. Te huelo y por alguna extraña razón sé que ya no es tu corazón quien palpita y que eventualmente esta escena tendrá que terminar.
Alguien vendrá por ti, adornará la imagen con un poderoso grito que carcomerá su mente por los días que le quedan y luego maquillará el recuerdo con imaginerías doradas, cánticos gulosos y excesos de ensueño. Serás adorado entonces, más que nunca y darás razón y locura a quien sea que te haya encontrado y a quien sea que ose recordarte.
Te llorarán, muchos hablarán de lo que fuiste y de lo que habrías sido. Compartirán tazas de té y cucharadas de azúcar alrededor de un caja que te contendrá finalmente. Una caja en la que cabrá toda tu tangibilidad, los pasos de toda tu odisea. Algunos reirán de ti, sabrán que finalmente te llegó el momento de aprender todo eso que rechazaste, de tragártelo y ahogarte con ello. "Anudaste tu propia garganta" pensarán varios. Otros más se aliviarán: te has ido dejando más aire para todos, resolviendo enigmas sin quererlo pues ya no estás para representarlos. Buscarán entonces más culpables y también, para alegría de los tuyos, más mártires. La última de tus actuaciones en este gran teatro de lo putrefacto será todo un éxito: "Muerte a la carne y fin a la mente".
Serás de todo ejemplo, serás malo y serás bueno. Turgente pedazo de ser, dado cargado, alfil negro, haz de luz que suena, sabor de sal que seca, voz cortada, maldición, designio, burla y sobre todo, recuento efímero de palabrerías con dulzón sabor. Serás como la ceniza que hasta hace poco generaste. Te habrás caído finalmente.
Huele aún a cigarro en la habitación. Es momento de dormir y de abrazarte por última vez. Es momento de decir adiós.
Wednesday, August 04, 2010
NANOSEGUNDO
Vivamos...
Veo cómo truenan uno a uno los cristales, es como si el aliento de un enojado dios de aire escupiera hacia afuera del edificio. El estruendo ensordece y alcanzo a notar el pedazo de arena convertida en vidrio que viene directo hacia mí y que será sin duda el culpable de que ruede mi cabeza por los suelos de esta transitada avenida. Los rostros atormentados, los gritos que ya oigo y aún no salen de las gargantas de los otros colorean el ambiente de un rojo intenso, como de cerezas maduras, como de fuego devorando maderas negras, como de noche, como de día muriendo.
Algo ha explotado. Lo sé, alcanzo a ver cómo se esparce por el aire la mortal lengua, siento como avanza por cada milímetro de piel, como que comienza a evaporar, como deshace mi ropa, como me avienta, me violenta, me destroza.
Me veo de niño tomando tu mano madre. Te veo sentada iluminada con la luz clara de una tarde eterna, cargas a mi hermana y mi hermano te observa. Te veo sonriendo, eres la mujer más hermosa del mundo.
Me veo corriendo fúrico a la primera base. Te veo enojado, estoy sudando, sonríes cuando conecto una carrera y luego estás cargándome sobre el agua de una infinita alberca, luego feliz porque te gané una partida de ajedrez y desconcertado porque no entiendo de números. Sé que eres el hombre más inteligente del mundo papá, el más fuerte.
Veo que todos corren despavoridos, hay que esconderse. Que nadie te encuentre, que nadie te escuche, esa es hoy la misión más importante del mundo. Hay que ser el último en ser hallado. Escondámonos, seamos siempre niños. Permanezcamos siempre juntos.
Siento una boca húmeda recorriendo mis labios, veo piernas, brazos, un mar de piel en el que navego. Lloro lágrimas y perlas de sudor me cubren. Somos todos turgentes, somos todos suaves, olemos a una ambrosía desconocida y perturbadora, palpitamos mientras nos vemos...
Veo cómo caigo en el abismo que dejaron las partidas. Te veo sentada en tu cuarto abuela. Me veo jugando contigo de niños, Magda, cuando me decías "hermanito". Te veo tomando mi dedo con tu manita de apenas seis meses, mi Santiago. Y de ti, escucho las palabras que fueron tu despedida a través del cable de un teléfono, prometiendo regresar sin saber que nunca lograríamos vernos de nuevo... no aquí.
Los veo a todos y cada uno de ustedes entrando en mi corazón. Mi familia elegida. Tan míos... ahí, siempre haciéndome ver más y más...
Me veo enamorado, me veo llorando. Me veo encontrándote, con tus ojos como soles de un mundo por ver, por conocer. Caminando juntos, riendo de los cardos y las enredaderas, de los ladridos y el ulular del miedo. Trazando, bocetando ilusiones, cambiando de plan... Veo tu mano tomando la mía una noche tibia en la que soy quien cae dormido primero. Me veo despertando antes para verte dormir, oliendo tus sueños, reconociendo tu llegada, sospechando tu partida y decidiendo confiar en que somos más que dos.
Entiendo entonces que es cierto eso que dicen, entiendo ahora que voy a morir. Ese cristal cortará mi cuello: muerte disfrazada de un instante. He pagado por ella, por estar aquí, en este momento. He trabajado para vivir este error, para hacer de este accidente causa. Soy el jugador que puso las piezas en este lugar. No existen las despedidas, no existen porque no existe el tiempo. Me preparo para el final. Cierro los ojos, quiero sentir cómo se corta la piel, como emana la sangre, como escurren todos mis años y todos mis momentos... cierro los ojos...
Todo es oscuro.
Escucho.
Respiro.
Abro los ojos.
Estoy, sé que estoy.
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Tengo un nanosegundo más de esto que llamo vida. Uno más.
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