Monday, January 15, 2007

ENVOLTORIO

Necesitaba caminar.
Pensó en despedirse, pero eso lo haría demasiado obvio.

Abrió el tubo de dentrífico dejándolo así. Dejó la cortina corrida y la tapa del retrete arriba. La luz blanca se volvió azul al entrar por la ventana y se derramó sobre casi todo a su paso, pero esta vez no dijo nada, esta vez la luz decidió quedarse callada, sin hacer siquiera una mueca. No le habló.

Frente al espejo intentó una sonrisa que murió siendo un vago intento de un gesto débil -nonato-. Intento hacerlo al imaginar lo que diría ella al volver.

Cerrar o no la puerta del baño parecía la decisión más importante del día, al final ni siquiera recordaría responderla.

Entró en la alcoba y se encontró con sabanas blancas que sobre la cama se convirtieron en ese momento en el desierto más árido por el que jamás caminaría, un desierto que le hablaba reclamando cosas que se quedaron en el aire como tormentas de arena y sal.

Abrió el cajón del buró y sacó de él un dije de colmillo engarzado en una cadena de plata. Desprendió de la agenda la hoja que marcaba la fecha del día e hizó un envoltorio con ambos.
Lo guardó en la bolsa del pantalón.

Llevaba puesta una playera negra -la misma que llevaba aquel día de hacía ya cuatro años- , jeans y unos converse blancos. Un estambre color rojo en la mano izquierda como único accesorio que pesaba tanto y quemaba como un grillete al rojo vivo.
Se pusó perfume y no necesito guardar nada.

Bordados en los bolsillos iban los recuerdos de años nuevos, navidades y cumpleaños, de estrechez económica y desempleos. De mañanas y tardes, de avidez y de llanto.

Trato de dejar guardados cuantos buenos momentos podía, pero esas no son cosas que se pueden guardar en un cajón pues se terminan saliendo y cambiando de color, se mezclan en el ambiente dando a este un olor nuevo, incapturable y casi eterno.

Llamaron entonces a la puerta.
No abrió, ya no importaba, sabía que eran todos los remordimientos que esta situación podría causarle, eran ellos los que frenéticamente estaban queriendo entrar de nuevo.

Más tarde cuando salío; los espiritús de estos no hicieron más que pretender guardar silencio -como si este pudiera guardarse-.

Necesitaba caminar y entonces lo hizó.
Se fue un dia de mañana luminosa y tarde dorada.
Sin notas y sin maletas fue a encontrarse con quien en ese momento podía únicamente ofrecerle un boleto del bus y un pasaje con sabor a promesa -envuelto en una hoja de agenda con fecha de cuatro años antes-.

En la terminal, las manos se juntaron por debajo de las bancas. Espera silenciosa. Central. Casa.

Tal vez ya estaba en casa.

4 comments:

Miss Neumann said...

tu cuento, relato me envolviò... me dieron ganas de conocer a ese hombre..

saludos!

pk said...

buen cierre del texto. un clik enigmático. me late...
y nada, acá regresando la visita.
saludos

Jessica Sosa Echagaray said...

mi gustar!!! mi gustar!

su said...

....me hace ver cosas...ir a un lugar...me gusta.
un saludo fausto, su.