Monday, January 25, 2010

TRES


Dice Alonso que recuerda un tiempo de gente menos triste, caras menos largas y días menos grises.

Sobre la cama bailan bordes blancos, crestas de algodón que espuma y sombras de momentos pasajeros. Podrían los dedos caminar a través de dicha duna espectral para encontrar la tibieza de otra mano palpitando suavemente al otro lado. Al hacerlo, la revuelta de polvo-piel sería la mensajera de los designios del ahora, susurrando un "vete de aquí". Podrían los dedos acariciar la mano de quien duerme a un lado y soltar mil caballos y mil respiros para que cabalguen sobre la espalda desnuda, sobre la montaña de los hombros.

Podría el suspiro corriendo por la espalda ser causa de un repentino despertar, a medio domingo o media semana. Sería entonces verdugo del sueño maldito, antídoto, trago de agua, sable sin sangre. Para ello, tendría también que ser conjuro que hiciera de la palabra una acción, alquimia inútil e irrisoria, pues no responden ya los ojos a los gritos. No se amansan con súplicas, no se saben ojos...


Desde el afuera pretendido, lugar inexistente pero visitado donde se esconde el unicornio al que llamamos cordura, me doy cuenta del macabro equilibrio que es motor de esos dos cuerpos. El sístole de uno es condena para el otro. El diástole, queja. Son los dos uno mismo, soy los dos, somos yo.


Y se apagan de repente las luces y sólo queda el sonido hueco de los cascos del mágico y cornado corcel. Ha escapado de nuevo, ha desaparecido la cordura. Los vaivenes retoman su tic tac rutinario, en días más grises que los de antes y caras más largas que las de antes.


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Ni cordura, ni unicornios